AL PRINCIPIO DE LOS TIEMPOS.
*Alfred se decía…
Mi nombre es Alfred, y cuento esto de las aves migratorias porque es una de las partes de mi trabajo y porque descubro año tras año que vengo a ver este espectáculo que empieza a fluir algo mágico en el ambiente, algo distinto. La ciudad se acaramela, se vuelve dulce y más calurosa humanamente hablando.
Yo lo noto especialmente con Helena, el primer amor de mi vida, y la persona que me acompaña en mis aventuras de la vida y viceversa.
Radia una especie de energía sincopada y rítmica que te entrelaza en su vida sin posibilidad de evitarlo. Yo diría que ese es mi sentimiento de amor, pero en realidad a sido algo más que eso.
Si os digo la verdad, a partir de aquí es donde entra la explicación anterior. Mi intención no era otra que llevarla al valle con las aves migratorias a la caída de sol y celebrar una unión mística y personal con ella de por vida, la idea evidentemente la saque de lo antes mencionado.
Sabía que nadie conocía aquellos parajes como yo, y tenía el lugar idóneo… un lugar donde se veían las aves y el lago casi por completo congelado y rodeado de montañas blancas…
Llego el día esperado, fui a su casa, la recogí por sorpresa, le tape los ojos, y la monte en el coche… En el trayecto algo raro ocurría, ella estaba silenciosa, pero a la vez sentía como si su alma inquieta me hablara y mi corazón se aceleraba por momentos. En algún momento hasta me pareció que el coche estaba volando por encima de la carretera, no se, muy extraño, pero a la vez me sentía como involucrado en esa magia que creía seguro fruto de mi imaginación y de la ilusión por la sorpresa.
Y allí ocurrió todo, llegamos al lugar, le quite la venda de los ojos, ella sonrió entre lagrimas y yo le dije que quería amarla hasta el final de mis días. Ella me abrazó y me susurró al oído que era la mayor y mas grande sorpresa que jamás nadie le había dado y que viajaríamos por la vida siempre juntos, cosa que me emocionó. Ambos lloramos un largo rato abrazados a la caída del sol.
- Alfred… Cierra los ojos, respira hondo, despliega tus brazos y piensa en mi. Cuando me veas aparecer volando abre los ojos. (me susurró)
- Alfred… hemos de partir.
- ¿Cómo?
- Despliega tus alas y vuela conmigo.
- Pero…
- Me gustó tu sorpresa, pero ahora hemos de partir con los demás, tu y yo juntos, para siempre.
*Helena y Alfred emprendieron el vuelo junto a todas las demás aves, y es que a veces soñar ser humano no es tan difícil para un ave, que para un humano ser tan romántico como un ave desde el principio de los tiempos.
Fin.
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