1 de septiembre de 2009

HÉROE (CUENTACUENTOS)


Todas las mañanas del mundo me despertaba con el convencimiento que al abrir los ojos empezaría una aventura irrepetible. Había leído libros que hablaban sobre personas que de un día para otro se habían convertido en héroes y que todo empezaba con un sentimiento al despertarse.

Esa mañana al abrir los ojos mi habitación tenía una luz diferente, la luz que emanaba el sol entraba con fuerza por las ventanas, una pequeña brisa primaveral contra mi cuerpo desnudo me hizo sentir un cosquilleo extraño pero a la vez muy gustoso. Un empujón, una imagen, una fuerza sobrenatural invadió mi cuerpo y mi alma.

Hoy es el día me decía... mientras subía de forma rutinaria en el mismo vagón de metro de todos los días. Rostros serios, padres con hijos, gente leyendo periódicos y alguna que otra sonrisa aislada.

En una de las estaciones subieron unos personajes vestidos absolutamente de negro, gafas de sol, parecían nerviosos y miraban de un lado al otro. Si señor, creo que este es el momento de ser un héroe me decía. Esperé que pasara algo pero no pasó absolutamente nada así que un poco desorientado y frustrado entré por la puerta del banco donde trabajo.

Un día más atendiendo a personas con sus problemas financieros, rutinario día de trabajo, ya se me había quitado todo ese ímpetu de heroino cuando sonó la alarma de mi reloj. Mi hora de descanso.

Salí del banco, y fuí al bar donde solía tomar mi bocadillo y mi café... Sin mirar a ningún lado Miguel me puso lo de todos los días, cogí mi periódico y cuando iba a comenzar a leer por la puerta de entrada de nuevo aquellos hombres de negro. Al igual que en el metro se veían nerviosos y de repente sentí de nuevo aquella brisa heroica...

Pasaron los 15 minutos de descanso y allí no pasaba nada, los hombres sentados todos en una mesa cuchicheaban en voz baja entre ellos, ninguno se quitaba las gafas de sol y ninguno se quitaba la gabardina.

Me tuve que ir a trabajar, estuve todo el tiempo esperando que en frente del banco pasara algo, pero por más que miraba por las cristaleras aquello estaba todo en calma.

Resignado cumplí mi horario, de nuevo la alarma de mi reloj me advertía que ya era hora de recoger. Antes de salir y recoger fui al baño. Me sentía defraudado, todos los días eran iguales y hoy que tenía que ser ese día no llegaba nada. ¿Donde estaba mi minuto de gloría?

Me miré al espejo, me lavé la cara, y me dispuse a salir. Si digo la verdad solo esperaba que cuando abriese la puerta del servicio poder encontrar aquellos hombres vestidos de negro con unas armas grandes atracando el banco y acto seguido mi gesta heroica...

Si... Allí estaban... todos reunidos... pero no habían armas... no había nada... los cuchicheos y los nerviosismos pero nada más.

Me fui a casa y me olvidé del tema.

A la mañana siguiente, me despertó el timbre de la puerta. Al abrir casi me da un sincope, dos de los hombres de negro estaban allí delante de la puerta de mi casa, mis ojos medio cerrados se abrieron desmesuradamente ante aquella aparición, cuchicheaban entre ellos y yo me temía lo peor. Los estuve observando todo el día anterior, en el metro, en el bar, en el banco. Quien sabe a lo mejor hice mi buena acción, se sintieron observados y no hicieron nada y ahora venían a comprobar quien era yo.

-Señor, estamos recorriendo la zona en busca de algo.
-¿Como? lo de ayer...
-¿Quiere usted tener un día diferente repleto de aventuras?
-Yo, yo...
-Le ofrecemos la oportunidad de comprar la enciclopedia de la naturaleza, con la cual usted podrá vivir una aventura cada día de su vida.

El resto os lo podéis imaginar....


Un saludo.
Andrés.

1 comentario:

Yandros dijo...

Jaaaaajajaja que bueno, mantiene la expectación hasta el final!
Maldita enciclopedia!
Un saludo desde el cuentacuentos