15 de agosto de 2013

¿Cuanto vales?

Llevo un día entero dándole vueltas al comportamiento humano. Tengo la sensación que la propia evolución nos está estancando o mejor dicho haciendo retroceder como lo que somos, humanos.

Hay muchos puntos en los que centrar la afirmación de retroceso, pero hoy pensaba especialmente en uno, ¿Cuanto valemos?, ¿por cuanto nos vendemos?

Hablamos en los últimos años de la crisis, de la corrupción, de la ya definida clase política. Hablamos y nos quejamos continuamente sobre ello. Estamos adaptados a una sociedad de consumo capitalista, de eso no hay duda y lo que parece que algunos hacen en mayor escala es criticable pero también ejemplo para una amplia gama de personas. ¿A que me refiero exactamente? Al Sr Dinero y todas sus virtudes (defectos parece no tener).

En serio, ¿cuanto vales?, ¿que no harías por conseguir algo gratis? Mirándolo bien conozco pocas personas que no tengan un smartphone con el cual jugar al apalabrados o usar redes sociales. Alardeamos de nuestros teléfonos que usamos para todo menos para llamar. Tenemos televisores de pantalla plana, de una calidad incontestable y de tamaños variados para ver todo tipo de programas y de información difusa para que dejes de lado el esfuerzo de leer un libro, para que voy a leer si ya me lo explican con bonitos colores, disponemos de mecanismos para hacernos la vida más sencilla, servicios que podemos solicitar desde el sofá de nuestra casa, nos dan comida rápida poco sana para aprovechar nuestro valioso tiempo, trabajos con horarios y el sueldo justo para tener una tarjeta de crédito y que puedas seguir gastando y gastando y gastando. Como el dinero y el consumo no tiene defectos para nosotros, nos ponen la miga para que caigamos y consumamos aquello que no es realmente necesario para vivir (es algo que la historia demuestra, no es que lo diga yo).

De ahí que yo, como todos, creamos ser profundos idealistas cuando la realidad es que aceptamos de buen grado ser superficiales, ir a la última en tecnología y criticar todo aquello que es criticable, eso si, esto último mejor desde un smartphone o una red social.

De lo cual se deduce, que yo y una amplia mayoría de la sociedad moderna estamos adaptados a un sistema que funciona solamente cuando puedes consumir desmesuradamente. También el sistema tiene fallos (aunque algunos privilegiados crean que no), nada es perfecto, de ahí las crisis, los estafadores y ladrones, las maniobras políticas y nosotros.

Si, nosotros somos parte de lo que ocurre, somos incluso más culpables, nos hemos vendido a su sistema sin rechistar, nos han puesto la miel en la boca y la hemos saboreado. ¿Engañados?, es posible, aunque no lo creo, nosotros tenemos el poder de decidir como queremos vivir en realidad. Otra cosa es que nos sentimos tan convencidos de que no tenemos culpa, que no nos percatamos que nada es perfecto y que todo contiene errores, de ahí nuestras quejas por todo, desde lo más importante a lo más ínfimo. Aceptar la imperfección no es una habilidad del ser humano y reconocer los errores tampoco.

El sistema es una droga, es la nicotina del tabaco, increíblemente difícil de dejar y fácilmente retomable. Hace falta un cambio profundo en nuestra manera de vivir para que las cosas cambien y podamos sentir una vida más plena, sana y llena de satisfacción nivel emocional. Lo superficial sobra en nuestras vidas aunque nos cueste reconocerlo.

¿Por cuanto nos vendemos? La respuesta está clara, hoy en día, estamos vendidos desde que nacemos. Para bien o para mal, unos consumiremos y gastaremos de forma desbocada y otros estarán desnutridos y con muchas posibilidades de morir, así es nuestro mundo, así hemos decido vivir y ha sido porque nosotros lo hemos aceptado.

Esta es sólo una reflexión, una pequeña parte de nuestros errores, mi deseo es que podemos cambiarlo, pero para ello hay que quererlo.

Saludos.



1 comentario:

Elly dijo...

Lo cierto es que es un tema con muchos rincones lo del sistema capitalista. Por un lado está el desmedido desenfreno al consumo que hace que todos corramos a una tienda a por lo que nuestro círculo social demanda.

Sin embargo, la tiranía de muchos no se verá reducida si eliminamos el capitalismo. El problema del ser humano está en su interior y en la capacidad genética que parece que tenemos para rendirnos y aceptar nuestra condición como un mulo con vendas en los ojos.

Creo acertado señalar que nos gusta vivir en desgracia; nos gusta compararnos con otra gente que también puede serlo y decir ¡nosotros vivimos mejor! (o ¡nosotros vivimos peor!); porque nos gusta, sí señor. ¿Por qué habría sino programas como Sálvame, o permitiríamos a políticos como los de hoy en día? Nos dejamos arrastrar porque nos gusta vivir así (o porque nos da miedo pensar que nosotros no seríamos capaces de hacerlo mejor, quizás).

El problema nunca ha estado en el dinero, ni siquiera ha estado alguna vez en el capitalismo, sino más bien en la enfermiza idea que tiene la gente de pervertir todo lo que se les concede.

Esta es mi opinión.

Un saludo ;) y encantada de estar de vuelta leyendo el blog