En realidad lo es, un Sol digo, solo hay que ver con que energía se expresa, habla por los codos, pero no en plan pesado como si siempre te contasen la misma cosa sin parar una y otra vez, si no que te cuenta las cosas como si en ello le fuese la vida, como el que tiene un diccionario enciclopédico y siente la necesidad de soltarlo al aire.
Se siente bien conmigo, porque la escucho mientras la miro fijamente y siente mi creciente atención. Cuando menos se lo espera dirijo la mirada hacia su boca, me fijo en el permanente subvenir que me ofrecen sus labios moviéndose, la textura de sus gestos mientras habla, la tonalidad y las palabras de lenguaje sencillo y coloquial que suenan a música para mis oídos.
A mi, sin embargo me gusta más ser un universo infinito, silencioso, atento y parsimonioso a la vez, dedicado a la ecuación de la imperfección de los círculos. Claro, el Sol forma parte de mi, por eso me gusta, complementa mi universo.
¿Será eso el amor?
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